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Estudio Complementario

48 - "Venid A Cristo"

Moroni 7-8, 10



La Luz De Cristo: Lo Que Debería Saber Todo Aquel Llamado
A Predicar El Evangelio, Enseñar El Evangelio O Vivir El Evangelio


Por El Presidente Boyd K. Packer
Presidente En Funciones Del Quorum De Los Doce Apóstoles

Tomado de un discurso pronunciado el 22 de junio de 2004
en el seminario para presidentes de misión nuevos,
Centro de Capacitación Misional, Provo, Utah.

Traducido de www.lds.org para E-SUD

La mayor parte de los miembros de la Iglesia tiene un entendimiento básico del Espíritu Santo. La mayoría ha experimentado Sus susurros y comprende porqué el Santo Espíritu se denomina El Consolador. [La mayoría] sabe que "el Espíritu Santo ... es un personaje de Espíritu" (D&C 130:22) y un miembro de la Divinidad (ver Artículos de Fe 1:1).

Pero muchos no saben que existe otro Espíritu, "la luz de Cristo" (D&C 88:7), otra fuente de inspiración que cada uno de nosotros posee en común con todo otro miembro de la familia humana. Si sabemos sobre la Luz de Cristo, aprenderemos que hay algo dentro de todos nosotros, y podremos apelar a ello en nuestro deseo de compartir la verdad.

El Espíritu Santo y la Luz de Cristo son diferentes entre sí. Si bien muchas veces se los describe en las Escrituras con las mismas palabras, son dos entidades diferentes y separadas. Es importante que sepan sobre las dos.

Mientras más conozcamos sobre la Luz de Cristo, más entederemos sobre la vida y más profundo será nuestro amor por el género humano. Seremos mejores maestros, misioneros y padres, y mejores hombres, mujeres y niños. Tendremos mayor consideración por nuestros hermanos y hermanas de la Iglesia y por aquellos que no creen y quienes aún no se les ha conferido el don del Espíritu Santo.

La Luz de Cristo se define en las Escrituras como "el Espíritu [que] da luz a todo hombre que viene al mundo" (D&C 84:46, énfasis añadido); "luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas" (D&C 88:13; ver también Juan 1:4-9; D&C 84:45-47; 88: 6; 93:9).

También se describe a la Luz de Cristo en las Escrituras como "el Espíritu de Jesucristo" (D&C 84:45), "el Espíritu del Señor" (2 Corintios 3:18; ver también Mosíah 25:24), "el Espíritu de verdad" (D&C 93:26), "la luz de la verdad" (D&C 88:6), "el Espíritu de Dios" (D&C 46:17) y "el Santo Espíritu" (D&C 45:57). Algunos de estos términos se usan también para referirse al Espíritu Santo.

La Primera Presidencia ha escrito, "Existe una esencia difundida universalmente que es la luz y la vida del mundo, '[que] da luz a todo hombre que viene al mundo', la cual procede de la presencia de Dios por toda la inmensidad del espacio, la luz y poder que Dios confiere en distintos grados a 'quienes lo solicitan' según su fe y obediencia". (1)

Sin importar que esta luz interior, este conocimiento de lo justo y de lo injusto, reciba el nombre de Luz de Cristo, sentido moral o conciencia, ésta puede dirigirnos a moderar nuestras acciones, a no ser que la sometamos o silenciemos.

Todo hijo espiritual de nuestro Padre Celestial entra a la mortalidad para recibir un cuerpo físico y para ser probado.

"El Señor dijo ...[éstos] ... son la obra de mis propias manos, y les di su conocimiento el día en que los creé; y en el Jardín de Edén le di al hombre su albedrío" (Moisés 7:32).

"Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo" (2 Nefi 2:27).

Por lo tanto, sabemos que "todo hombre [puede obrar] en doctrina y principio pertenecientes a lo futuro, de acuerdo con el albedrío moral [la frase libre albedrío no aparece en las revelanciones] que yo le he dado, para que todo hombre responda por sus propios pecados en el día del juicio" (D&C 101:78, énfasis añadido).

Se nos amonesta a "no [apagar] al Espíritu" (1 Tesa. 5:19). Así vemos que "[todos somos] suficientemente instruidos para discernir el bien del mal" (2 Nefi 2:5; ver también 2 Nefi 2:27). Tenemos el albredrío y somos responsables.

El Espíritu de Cristo auspicia todo lo que es bueno, toda virtud (ver Moroni 7:16). Se mantiene en oposición brillante e indestructible a todo lo que sea burdo o grosero, o profano, malo o inicuo (ver Moroni 7:17).

La conciencia afirma la realidad del Espíritu de Cristo en el hombre. Afirma también la realidad del bien y el mal, de la justicia, misericordia, honor, valor, fe, amor, virtud, como así también los necesarios opuestos: odio, avaricia, brutalidad, celos (ver 2 Nefi 2: 11, 16). Estos valores, si bien físicamente intangibles, responden a leyes con relaciones de causa y efecto que son tan efectivas como cualquier otra resultante de leyes físicas (ver Gálatas 6:7-9). Se puede comparar al Espíritu de Cristo como un "ángel guardián" de cada persona. (2)

El Espíritu de Cristo puede iluminar al inventor, al científico, al pintor, al escultor, al compositor, al artista, al arquitecto, al autor, para producir cosas grandes e incluso inspiradas para la bendición y bien de toda la humanidad.

Este Espíritu puede susurrar al granjero en su campo y al pescador en su bote. Puede inspirar al maestro en la clase, al misionero al momento de presentar su charla. Puede inspirar al estudiante que escucha. Y con suprema importancia, puede inspirar al esposo y la esposa, al padre y a la madre.

Esta Luz interior puede advertir, proteger y guiar. Pero también puede quedar repelida por cualquier cosa grosera, indigna, inicuo, inmoral o egoísta.

La Luz de Cristo existía en ustedes antes de su nacimiento (ver D&C 93:23, 29-30), y estará con ustedes en cada momento de la vida y no perecerá cuando la parte mortal de ustedes se haya transformado en polvo. Siempre está ahí.

Cada hombre, mujer y niño de toda nación, credo o raza, todos, sin importar el lugar donde vivan ni lo que crean o hagan, tiene dentro de sí la imperecedera Luz de Cristo. En este respecto, todos los homrbres son creados iguales. La Luz de Cristo en todos es un testimonio de que Dios no have acepción de personas (ver D&C 1:35). Él trata a todos por igual en la investidura de la Luz de Cristo.

Es importante que el maestro o el misionero o los padres sepan que el Espíritu Santo puede trabajar por medio de la Luz de Cristo. Un maestro de las verdades del Evangelio no está plantando algo extraño o incluso nuevo en el adulto o en el niño. En realidad, el misionero o el maestro está haciendo contacto con el Espíritu de Cristo que ya se encuentra allí. El Evangelio tendrá un "sonido" familiar para ellos. Entonces la enseñanza será para "convencer [a quienes escuchen] que JESÚS es el CRISTO, el ETERNO DIOS, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones" (Página título del Libro de Mormón).

Durante Su ministerio mortal, Jesús enseñó Su Evangelio y puso los cimientos sobre los que Su Iglesia sería contruida. El cimiento fue hecho de piedras de doctrina que no pueden ser vistas por el ojo humano ni tocadas con la mano; son invisibles e intangibles. No se deterioran con el tiempo ni se desmoronan. No pueden ser rotas, ni disueltas ni destruidas. Estas piedras de doctrina son imperecederas e indestructibles.

Estas piedras de doctrina existieron "desde antes que el mundo fuese" (D&C 124:38). Cristo edificó Su Iglesia sobre ellas.

Jesús habló de "la piedra que desecharon los edificadores" (Mateo 21:42). Entonces la sombra de la apostasía se extendió por toda  la tierra. Se rompió la línea de autoridad del sacerdocio. No obstante esto, la humanidad no quedó en completa oscuridad o enteramente sin revelación ni inspiración. Es falsa la idea de que con la Crucifixión de Cristo los cielos fueron cerrados y que fueron abiertos en la Primera Visión. La Luz de Cristo estuvo por doquier presente para acompañar a los hijos de Dios; el Espíritu Santo visitó a las almas inquisitivas. Las oraciones de los justos no quedaron sin ser respondidas.

El otorgamiento del don del Espíritu Santo tuvo que esperar hasta la restauración del sacerdocio y la dispensación del cumplimiento de los tiempos, cuando se revelarían todas las cosas. La obra del Templo y sus ordenanzas se revelarían entonces. Entonces serían redimidos quienes vivieron durante las muchas generaciones donde no estuvieron disponibles las ordenanzas esenciales, cuando el bautismo no estaba a su alcance. Dios nunca abandona a Sus hijos. Nunca ha abandonado esta tierra.

Cuando se restauró la plenitud de Su Evangelio, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de Los Últimos Días fue edificada sobre las mismas piedras de doctrina como cimiento.

Dado que aprendemos casi todo por medio de los sentidos físicos, se hace muy difñicil enseñar doctrinas intangibles que no pueden ser vistas ni palpadas. Jesús, el Gran Maestro, enseñó estas doctrinas, y se las puede enseñar de la misma manera hoy día. Es mi propósito mostrarles cómo Él, el Gran Maestro, las enseñó.

Ustedes pueden llegar al entendimiento de verdades espirituales de forma tan clara como si las piedras de doctrina fueran tangibles como el granito, el perdernal o el mármol. El mármol cede ante las manos del escultor para que otros puedan ver lo que él ve oculto dentro de la piedra informe. De la misma manera, pueden enseñae a otros a ver esto, a entender estas piedras de doctrina intangibles e invisibles.

La forma en que enseñó el Salvador, y la forma en que ustedes pueden enseñar, es simple y profunda a la vez. Si escogen un obejto tangible como símbolo de la doctrina, pueden enseñar igualmente como Él. Un maestro puede asociar la doctrina con un objeto ya conocido, que pueda ser visto con los ojos naturales.

Jesús comparó la fe con una semilla, la pequeña semilla de mostaza, que pude verse y tocarse. Relató cómo nutriendo a la semilla, ésta puede crecer y florecer y ser árbol. (ver Lucas 13:19).

Comparó al Reino de los Cielos con un objeto de la vida real que podía ser visto. "El reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces" (Mateo 13:47); y dijo Él: "el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo" (Mateo 13:44).

Cristo usó como ejemplos, símbolos tales como la sal (ver Mateo 5:13; Marcos 9:49-50; Lucas 14:34), las lámparas (ver Mateo 5:15; Marcos 4:21; Lucas 8:16; 11:33-36; Apo. 18:23), la lluvia (ver Mateo 7:25-27) y el arco iris (ver Apo. 4:3; 10:1). Los cuatro Evangelios están repletos de estos ejemplos. De igual forma, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio tienen docenas de referencias similares. Están por todas partes. De esto se trata una historia o una parábola: es un ejemplo de la vida real usado para enseñar un principio o una doctrina que es invisible o intangible.

Una vez en Mateo, otra en Lucas, tres veces en el Libro de Mormón y tres veces en Doctrina y Convenios, el Salvador habló de una gallina con sus polluelos (Mat. 23:37; Luc. 13:34; 3 Nefi 10:4-6; D&C 10:65; 29:2; 43:24). Todos saben sobre gallinas y polluelos, incluso los niños.

Ahora, la fe no es realmente como una semilla, ni el reino de los cielos es exactamente como una red, ni como un tesoro, ni como la levadura (ver Luc. 13:21), ni como "un mercader que busca buenas perlas" (Mat. 13:45). Pero con estas ilustraciones Jesús fue capaz de abrir los ojos de Sus discípulos (no los ojos naturales sino los ojos de su entendimiento) [ver Juan 12:40; Hechos 28:27; Efe. 1:18; 2 Nefi 16:10; D&C 76:12, 19; 88:11; 110:1).

Con los ojos de nuestro entendimiento vemos cosas que son espirituales. Por medio de nuestros espíritus podemos tocar cosas que son espirituales y las podemos sentir. Entonces podemos ver y podemos sentir cosas que son invisibles a los sentidos físicos. Recuerden a Nefi cuando le dijo a sus hermanos que habían rechazado un menaje de un ángel: "habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras" (1 Nefi 17:45, énfasis añadido).

Pablo escribió a los conrintios: "Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios ... lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente." (1 Cor. 2:10, 13-14).

En la revelación moderna, Cristo habla de "la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento" (D&C 88:11).

No sé otra forma de enseñar sobre el Espíritu de Cristo que seguir lo que el Señor hizo al enseñar a Sus discípulos verdades invisibles e intangibles.

Para describir la Luz de Cristo la compararé o asemejaré a la luz del sol. La luz solar es de común entendimiento; está presente por doquier y puede ser vista y sentida. La vida misma depende de la luz del sol.

La Luz de Cristo es como la luz del sol. También está presente en todas partes y es dada a todos por igual.

Así como la oscuridad debe desvanecerse cuando aparece la luz del sol, de igual manera la Luz de Cristo hace huir a la maldad.

No hay oscuridad en la luz del sol. La oscuridad está sujeta a esa luz. El sol puede quedar oculto por las nubes o por la rotación de la tierra, pero las nubes desaparecerán y la tierra completará su rotación.

Según el plan, se nos dice que "es preciso que haya una oposición en todas las cosas" (2 Nefi 2: 11).

Mormón advirtió que "el diablo ... no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a él se sujetan. [Ahora bien] ... en vista de que conocéis la luz por la cual podéis juzgar, la cual es la luz de Cristo, cuidaos de juzgar equivocadamente." (Moroni 7:17-18).

Esta Luz de Cristo, que da vida, se halla dentro de vosotros. El maligno intenterá entenebrecerla. Puede estar tan oscurecida en confusión hasta el grado de convercerlos de que nisiquiera existe.

Así como la luz del sol es un desinfectante natural, el Espíritu de Cristo puede limpiar al espíritu.

Toda alma, sin importar quién, dónde o cuándo, es un hijo de Dios. Nuestra rresponsabilidad es enseñar que "espíritu hay en el hombre,Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda." (Job 32:8).

El Presidente Joseph Fielding Smith habló de las enseñanzas del Espíritu Santo y del Espíritu de Cristo: "Todo hombre puede recibir una manifestación del Espíritu Santo, incluso cuando no pertenece a la Iglesia, si es diligente en su búsqueda de la luz y de la verdad. El Espíritu Santo vendrá y dará al hombre el testimonio que busca, y luego se retirará; y el hombre no tiene derecho a otra visita o a visitas constantes y las manifestaciones del mismo. Puede tener la guía constante de ese otro Espíritu, el Espíritu de Cristo". (3)

El Espíritu de Cristo está siempre allí. Nunca sale. No puede irse.

Cada uno en todas partes ya posee el Espíritu de Cristo, y mientras que el Espíritu Santo puede visitar a quien quiera, el don del Espíritu Santo se obtiene "por obediencia a las leyes y las ordenanzas del Evangelio" (Artículos de Fe 1:3), sometiéndose al "bautismo por inmersión para la remisión de pecados; [y a la] imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo". (Artículos de Fe 1:4). No está automáticamente presente como lo está el Espíritu de Cristo. Este don se debe conferir por medio de alguien con autoridad (ver Artículos de Fe 1:5).

Esto es lo que somos comisionados a realizar, a fomentar la Luz de Cristo que se halla en cada alma que encontramos, y llevar a estas almas al punto donde el Espíritu Santo pueda visitarlas. Y entonces, en el tiempo debido, podrán recibir, por la ordenanza, el don del Espíritu Santo, el cual se confiere a todo miembro de la Iglesia.

Una vez que la persona reciba ese don del Espíritu Santo y pueda cultivarlo junto con la Luz de Cristo que ya posee, entonces se abre la plenitud del Evangelio a su entendimiento. El Espíritu Santo puede incluso trabajar por medio de la Luz de Cristo. (4)

La Luz de Cristo es tan universal como lo es la luz solar. Donde haya vida humana allí está el Espíritu de Cristo. Toda alma viviente la posee. Es patrocinante de todo lo bueno. Inspira todo lo que será por bendición y de beneficio al género humano. Nutre a la bondad misma.

Mormón enseñó: "[buscad] diligentemente en la luz de Cristo, para que podáis discernir el bien del mal; y si os aferráis a todo lo bueno, y no lo condenáis, ciertamente seréis hijos de Cristo." (Moroni 7:19).

Todos saben sobre la luz solar. Cuando comparan al Espíritu de Cristo con la luz solar, pueden venir a sus mentes ejemplos comunes de la vida diaria. Estos ejemplos son casi infinitos. Estos ejemplos están al alcance del entendimiento de niños y adultos, así como las parábolas de Cristo lo están. No debería ser difícil explicar cómo la revelación puede verir por la Luz, a pesar de no saber exactamente cómo funciona la inpiración.

El hombre con todas sus limitaciones puede transmitir mensajes por cables de fibra óptica. Una fibra diminuta de vidrio, más delgada que un cabello humano, puede llevar 40.000 mensajes en forma simultánea. Éstos luego se puede decodificar y transformar en imagen, sonido y color, incluso en movimiento. El hombre puede hacer eso.

Un rayo láser, donde no hay cables ni fibras, puede transportar 100 billones de bits de información por segundo.

Si el hombre puede hacer eso, ¿por qué maravillarnos en la promesa de que la Luz de Cristo está en todos nosotros y que el Espíritu Santo puede visitar a cualquiera de nosotros?

No debería ser difícil, entonces, comprender cómo la revelación de Dios a Sus hijos en la tierra puede llegar a toda la humanidad por medio de la Luz de Cristo y por el Espíritu Santo.

La Luz de Cristo está por todas partes en las Escrituras. Doctrina y Convenios es una fuente muy rica de enseñanzas sobre la Luz de Cristo. Por ejemplo, dice, "la luz de la verdad,  la cual verdad brilla. Ésta es la luz de Cristo ... él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho." (D&C 88:6-7)

Los maestros regulares responsables de enseñar las doctrinas y de testificar de cosas espirituales tienen dentro de su propia experiencia cosas de la vida diaria que pueden usarse en comparaciones de cosas espirituales.

Entonces se puede encender la Luz de Cristo por el Espíritu del Espíritu Santo, el Consolador. Se nos dice que "el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26).

El Presidente Harold B. Lee explicó: "Esa luz no se extingue totalmente ... [hablando de la Luz de Cristo] a menos que cometamos el pecado imperdonable. Su brillo puede ser tan tenue al grado de apenas percibirlo, pero se encuentra allí para que la avivemos hasta ser llama que arderá más intensamente con entendimiento y conocimiento. Si no fuera por ello, no seríamos capaces de realizar cosas. Nuestra obra misional sería nula." (5)

Si comprendemos la realidad de la Luz de Cristo en toda persona que vemos y en cada reunión que asistimos y dentro de nosotros mismos, y si entendemos el gran desafío que tenemos, el ambiente en que vivimos, el peligro que nos asedia, tendremos valor e inspiración mayores que los conocidos hasta el momento. ¡Y debe ser así! Todo esto es una dimensión de la verdad del Evangelio que demasiada poca gente comprende.

Puedan ustedes empeñarse por comprender en oración y con diligencia el significado de estos principios, y entonces comenzar a aplicarlos. En esa búsqueda, sigue luego el testimonio de que el Evangelio de Jesucristo es verdadero, que la Restauración del Evangelio es una realidad, y que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es "la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra" (D&C 1:30). Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre. Y de Él emana la Luz de Cristo hacia toda la humanidad.

Que ustedes, los llamados como misioneros, maestros o los que son padres se " [deleiten] en las palabras de Cristo; porque he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer." (2 Nefi 32:3).

En el nombre de Jesucristo. Amén.

NOTAS

(1) " 'Receiving' the Holy Ghost", Improvement Era, Mar 1916, 460.
(2) Ver Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, comp. Bruce R. McConkie, 3 vols. (1954-56), 1:54.
(3) Doctrines of Salvation, 1:42. Ver también Joseph Smith, Teachings of the Prophet Joseph Smith, sel. Joseph Fielding Smith (1976), 149.
(4) Ver Doctrines of Salvation, 1:54.
(5) The Teachings of Harold B. Lee, ed. Clyde J. Williams (1996), 101.


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