La Expiación De Jesucristo
Parte 2
Por Hugh W. Nibley
Ensign, Ago. 1990, 30
Traducido Por Daniel
Plata
En
la Parte 1 (julio), el Hermano Nibley habló sobre el significado
de la palabra expiación y describió cómo el Día
de la Expiación se observaba en el antiguo Israel. Este mes tratará
cómo las ceremonias religiosas relacionadas con la expiación
se encuentran por todo el mundo.
¿Ordenanzas
Copiadas?
La
mención de una investidura egipcia sucita la pregunta de si los
ritos hebreos son originales. Hacia fines del siglo XIX y principios del
XX, estudios comparativos de amplio espectro en filosofía y religión
dieron a entender que las ceremonias hebreas de expiación fueron
simplemente una serie de ritos de entre los muchos hallados por todo el mundo
antiguo, por medio de los cuales las sociedades—primitivas o civilizadas—practicaron
purificación y expiación, individual y colectiva, para iniciar
el año nuevo en un estado de pureza, habiendo transferido sus pecados
colectivos e individuales sobre un pharmakon (y hecho que éste
los llevara)—un chivo expiatorio, un rex saturnalicus, un Señor
del Desorden, un Rey del Año, etc. (1)
Se debe admitir que otras sociedades
parecen compartir la tradición. Es sumamente notable cómo
los dramaturgos griegos aferraron la situación, cuyas obras de hecho
fueron presentaciones religiosas, siendo el tema principal de las tragedias
la purgación de la culpabilidad. Nadie más presentó
con mayor claridad el problema de la condición humana que los grandes
dramaturgos griegos. Nos muestran qué es la vida sin la Expiación,
pues su visión de la vida, como la de todos los antiguos, es una
profunda tragedia.
La tragedia estándar comienza
con algo que se puso muy mal. Pensándolo bien, esa es la forma en
que el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios también comienzan—por
un lado, "la gran ciudad de Jerusalén [está a punto de ser]
destruida" (1 Ne. 1:4); por otra parte, "la paz [está a punto
de ser] quitada de la tierra, y el diablo tendrá poder sobre su propio
dominio" (D&C 1:35). Las cosas del mundo no son como deberían ser;
en el futuro cercano no hay nada salvo inmediata destrucción. Alguien
deber ser responsable. ¿Por qué? Porque las cosas no pasan
por sí solas; por tanto, se debe hacer apelación al oráculo.
Mucho antes de Las Suplicantes de
Esquilo (la tragedia griega más antigua), en la cual Danaos busca favor ante los altares de los
dioses del pelasgo al ver acercarse
el enemigo, hallamos la misma escena dramática en Moisés
ante el pueblo proclamado, "Vosotros habéis cometido un gran pecado,
pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré
acerca de vuestro pecado". (Ex.
32:30.) El pueblo se había vuelto al becerro de oro y fue herido
con la plaga.
Pero, ¿quién es el culpable?
Ciertamente no una sola persona; la sociedad tiene su parte en hacernos
lo que somos y lo que hacemos. ¿Se debe culpar a toda la sociedad
entonces? ¿Cómo prorrateamos la culpa cuando todos la compartimos?
No podemos. La Ley de Moisés insiste con gran severidad que cada
hombre, mujer y niño en forma individual, de más de 20 años,
sea rico o pobre, deberá pagar "el rescate de su persona" exactamente
de la misma manera—medio siclo, ni más ni menos. (Ver Ex. 30:11–16.) Tan igualmente
comprensiva es la provisión de Dios que "manda a todos los hombres,
en todo lugar, que se arrepientan" (3 Nefi 11:32) y que sigan arrepintiéndose
en la medida que nuestros días son extendidos para tal propósito.
Estamos todos juntos en esto.
Para satisfacer a la justicia ofendida
y a la Deidad ofendida, se debe hacer algo. Apaciguamiento, paga, saldar
cuentas—llámenlo cómo quieran—se debe restaurar la vieja
unidad del orden celestial y del orden humano; se debe llevar a cabo la
uni-ficación (at-one-ment) de los dos. ¿Y qué
pago o sacrificio es suficiente para hacerlo? La práctica usual por
todo el mundo antiguo era sacrificar al rey, quien, depués de todo,
toma el crédito por la victoria y prosperidad y era quien respondía
cuando se fracasaba. (2)
Este tema egipcio es introducido en
el primer capítulo de Abraham; tenemos a Abraham a punto de ser
sacrificado "según la manera de los egipcios" (Abr. 1:11-12). Pero
los egipcios no tenían una palabra para significar pecado; si bien el lenguaje egipcio era
rico en términos para indicar insensatez, daño e infortunio,
uno no era considerado culpable sino hasta ser descubierto. (3) Incluso la palabra egipcia khãtã significa
propiamente "fallar o dejar de hacer algo, no dar en el clavo", exactamente
como el término griego hamartanein (traducido como "pecar"
en Gen 20:6). La idea egipcia de expiación aparece en la regulación
de que si el Faraón ha tomado la vida en forma consciente o inconsciente
por el derramamiento de sangre debe expiar por ello (entsühnen)
haciendo un sacrificio, "por el cual sacrificio es purificado de la Serpiente
que lo ha contaminado delante de los Dioses". (4) Esto
está muy lejos del concepto hebreo de expiación.
En relación a los parecidos
que han engañado a los expertos, hace unos cien años el Presidente
Joseph F. Smith dio la explicación más racional y todavía
más aceptable del tema. Citando sus palabras:
"Indudablemente el conocimiento de
esta ley y de otros ritos y ceremonias fue llevado por la posteridad de
Adán a todas las tierras, y siguieron, más o menos en su
pureza, hasta el diluvio, y a través de Noé, quien fue un
"predicador de rectitud", fue transmitido a todos aquellos que lo sucedieron,
esparciéndose entre todas las naciones y países ... No es de
extrañarse, entonces, que hallemos reliquias del cristianismo, por
así decirlo, entre los paganos y las naciones que no conocieron a
Cristo, cuyas historias datan de mucho antes de los días de
Moisés, e incluso allende el diluvio, independiente y separada de
los registros de la Biblia".
Los expertos de su generación,
nos dice, tomaron la postura que "el 'cristianismo' surgió del paganismo,
habiéndose hallado que poseen muchos rituales similares a los que
se registran en la Biblia, etc.". Esta toma de conclusiones fue prematura,
para darle algún calificativo, "porque si los paganos tienen doctrinas
y ceremonias que se parecen ... a las de ... las Escrituras, solamente prueban
... que éstas son las tradiciones que los padres transmitieron, ...
y que los hijos adoptaron hasta la última generación, aunque
se desviaran en la oscuridad y perversión, aún al grado de
quedar a la vista sino una pequeña semejanza del original, que era
divino."
¿Qué surgió primero—la
versión pagana o la versión hebrea? Tal como indica Joseph
F. Smith, "[Del] relato de la Biblia, siendo el más racional y de
hecho [el] único de carácter histórico, ... no podemos
menos que concluir que esto no es
obra de la casualidad". (5)
Los Competidores
El relato bíblico, ciertamante,
no es obra del azar, pero ¿los otros registros sí? ¿Es
el relato bíblico el único racional e histórico? Estas
son preguntas que se deben hacer, y la vasta obra hecha sobre el tema (casi
en su totalidad posterior a los comentarios de Joseph F. Smith) requiere unas
palabras de comentario.
En el siglo XIX una serie de expertos
de apellidos momosílabicos—Jones, Bopp, Rask, Grimm, Pott, Diez, Zeuss—descubrieron
relaciones no esperadas entre todo tipo de lenguajes. A principios del siglo
XX sus estudios fueron complementados con encuestas enormes y compresivas
sobre literatura comparativa, revelando una riqueza de paralelismos religiosos
que iniciaron a los expertos en su juego favorito de discutir qué
rito o expresión fue el incial, y quién copió a quién
y cuándo.
El tema estaba más relacionado
con parecidos generales entre doctrinas y cultos; religiones de misterios
helenísticos, los gnósticos, los mandaenos, los primeros cristianos,
los cabalistas—todos parecían estar hablando el mismo idioma. Mirando
en retrospectiva, los expertos notaron la fuerte influencia de Platón
casi en todas partes, pero ¿de dónde obtuvo él sus ideas?
A priori el concenso era que
de Egipto, pero en la década de 1920 se inclinaron fuertemente hacia
Zaratustra de Irán. La novedad se olvidó, pero el debate continúa.
¿Cuáles eran las enseñanzas?
Las ideas básicas comunes son el deseo ardiente de regresar a Dios
y la vida eterna, las cuales, según el experto Eduard Meyer, pasaron
de Moisés a Philo. (6) Con esto se creó la
convicción expresada por Platón de que este mundo es un lugar
de maldad del cual somos librados para regresar a Dios, hallándose
este mundo en un estado de decadencia hacia la inevitable catástrofe
y final restauración por medio de Dios. (7) El escape
del individuo hacia la felicidad eterna se halla anticipado en cosas tales
como el bautismo, comidas sagradas, profecía y visiones o sueños
de ascensión al séptimo cielo. La escatología y la cosmología
son conspicuas, y se da mucha importancia al oficio y llamamiento del Primer
Hombre.
Con estas cosas en común,
no es sorprendente que las religiones basadas en misterios se reconocieran
y copiaran mutuamente; (
8), pero la vanidad del hombre parece
haber llevado a cada religión a reclamar para sí el derecho
de ser la sola y única original, dada al primer hombre. De hecho,
al estudiar este material uno difícilmente puede evitar el impulso,
como dice Reitzenstein, "de ver todas las religiones como una gran unidad".
(
9) "El aislamiento de religiones distintas presentado en
nuestros libros de texto ... se desmorona completamente si seguimos la historia
de una idea o concepto religioso. ... Lo que primero puede haber sido originario
de Babilonia, puede ser de Irán o incluso de Persia, y de igual manera
podemos seguir una doctrina de Persia hasta China". (
10)
Pero Eduard Meyer ve una excepción a esto en el cristianismo como
religión revelada. Por supuesto que lo criticaron; ¿cómo
era posible que una religión que se parece a tantas otras apareciera
de la nada? Para probar su afirmación, Meyer presentó el caso
de Joseph Smith y del mormonismo. Sin saber nada del inmenso material de
apoyo que se produciría mucho después de su época, Joseph
Smith compaginó, a pesar de todo, la exposición más completa
y exhaustiva de esos mismísimos temas en forma eminentemente razonable.
(
11)
El sobrino del Profeta, Joseph F. Smith, tenía razón.
La evidencia que animó los debates
a principios del siglo XX era casi exclusivamente de carácter literario,
tanto que los expertos concluyeron que los cultos que vinieron de Egipto,
Grecia o de Oriente, limitaban sus actividades mayormente a ejercicios de
carácter intelectual y literario de practicantes individuales y de
sus seguidores. La Expiación para ellos era simplemente un escenario
en el cual todos los términos bíblicos resultaban en abstracciones
elevadas.
La mayoría de los expertos atribuyeron
esto a Philo. La unio mystica de
los cultos y de los misterios era una forma de expiación; sí,
pero sólo una forma abstracta. Para el devoto impaciente de la gloria
prometida, ansioso de una gran experiencia, esperar hasta la Resurrección
y el Juicio Final no estaba en sus planes. Así que no se lo dejó
en la espera. Desde el inicio se proveyeron efectos teatrales para enfrentar
la demanda—luces, incienso, procesiones, cánticos, fórmulas
misteriosas, hasta narcóticos para aportar la experiencia de otro
mundo. Se daba un asiento inmediato, sin esperas. Los términos bíblicos
no se aplican aquí; nacer de nuevo era cuestión de pocos días
u horas. Y luego estaba esa apelación irresistible a la vanidad del
hombre común, de pronto desprovisto de su insípida mediocridad
para transformarse de la noche a la mañana en un espíritu exaltado,
inmune a las debilidades y vicios de la carne, infinitamente superior a
todos lo que no habían recibido la ilustración.
¿Qué hay en la religión
de revelada a Joseph Smith que es tan distinto de las otras que suenan tan
parecidas a ella? La diferencia es la Expiación literal. El punto
que ubica al evangelio de Jesucristo a mundos de distancia de las ideas de
otros es el concepto de pecado. Una enseñanza como la del Señor
en 3 Nefi 11:32 ("Y ésta es mi doctrina ... que el Padre manda a todos
los hombres, en todo lugar, que se arrepientan y crean en mí") es
simplemente inconcebible para ellos. En los tres grados de gloria de los gnósticos
(del hilio, el síquico y el neumático) quienes obtuvieran el
grado final serían incapaces de pecar sin importar su accionar, así
como un anillo de oro sumergido en aguas cloacales de ningún modo
recibe impurezas dado que no tiene la posibilidad de reaccionar con semejante
material repugnante. (12)
El Plan
Joseph Smith llevó el evangelio
de Cristo hacia atrás en el tiempo, incluso antes de Abraham, hasta
Adán y mucho más allá, revelando a la Expiación
como el "plan de redención que se había preparado desde la
fundación del mundo" (Alma 12:30)—es decir, en el momento que fue
aprobado en el Concilio Celestial. Este evento se menciona con frecuencia
en la literatura cristiana y judía más antigua, (13) siendo uno de los textos más notables el "Discurso
del Abbaton" de Timoteo, Arzobispo de Alejandría (circa AD 380).
(14) Cuando se realizó la votación sobre
el plan, según este y otros relatos, el mismo fue rechazado. La tierra
misma se quejó (como lo vemos en el Libro de Moisés y en otras
literaturas de Enoc) sobre la contaminación que se traería
sobre ella, sabiendo la clase de habitantes que tendría (ver Moisés
7:48-49); y la hueste celestial se opuso a un plan que causaría una
tan vasta cantidad de pecado y sufrimiento.
El Unigénito rompió el
bloqueo haciéndose voluntario para descender y pagar el precio. Esto
abrió el camino; el plan podría seguir en marcha; y los hijos
de Dios y las estrellas de la mañana, todos cantaron y gritaron de
gozo (ver Job 38:7) entonando un gran himno de la creación que ha
dejado una marca indeleble tanto en la literatura como en los rituales antiguos.
El Señor hizo que todo fuera posible, dejando el albedrío
al hombre, y obedeciendo al Padre en todas las cosas. Pero Satanás
y sus seguidores rehusaron aceptar el voto de la mayoría; y por eso,
Satanás fue desprovisto de su gloria en una inversión del
ritual de investidura y fue expulsado del cielo, lo que constituye el opuesto
de la uni-ficación (at-one-ment). (15)
Únicamente en un contexto así
la Expiación (de otra manera enigmante) toma su significado completo.
No hay palabra entre las traducidas como "expiación" que no indique
claramente el regreso a un estado o condición previa; la persona regresa
a la familia, regresa al Padre, llega a un estado de unión, reconciliación,
abrazando y setándose felizmente junto a otros después de una
triste separación. Queremos regresar, pero para hacerlo, debemos resistir
la alternativa: ser llevados a la comunidad del "príncipe de este mundo"
(Juan 12:31).
Jacob, contemplando las posibilidades
de esta tierra, indicadoras de tanto disolución como de salvación,
en un grito extático de asombro y temor dice: "¡Oh, la sabiduría
de Dios, su misericordia y gracia! " (2 Nefi 9:8). Porque Dios ha dado la
resurrección como el primer paso a la uni-ficación física,
una resurrección que es indispensable para salvar también a
nuestros espíritus—también ellos deben recibir la expiación,
pues cuando Adán cedió ante el adversario en la Caída
(la experiencia común de todos los que llegan a la edad de responsabilidad),
fue el espíritu el que cometió el acto de desobediencia y de
independencia, y el espíritu no podía deshacer lo que se había
hecho. En el versículo siguiente Jacob da un resumen conciso de la
situación:
"Y nuestros espíritus habrían
llegado a ser como él [Satanás], y nosotros seríamos
diablos, ángeles de un diablo, para ser separados de la presencia de
nuestro Dios [porque nada impuro puede morar en su presencia, y ser expulsados
o separados en el acto inverso de la uni-ficación
(at-one-ment)] y permanecer con el
padre de las mentiras, en la miseria como él; sí, iguales a
ese ser que engañó a nuestros primeros padres, quien se transforma
casi en ángel de luz, e incita a los hijos de los hombres a combinaciones
secretas de asesinato y a toda especie de obras secretas de tinieblas." (2
Nefi 9:9).
La parte sobre el ángel de luz
es importante porque nos permite saber que Satanás está con
nosotros como un miembro regular del grupo; no se muestra como un horror
de Halloween—este punto es vital para establecer la realidad de la escena.
¿En qué se justifica
Jacob para afirmar en forma alarmante sobre la pérdida total sin expiación?
Para saber la respuesta, ¡miren a su alrededor! En el versículo
siguiente Jacob describe nuestra condición tal como Homero hace con
sus héroes—"todos esos nobles espíritus" presos como ratones
en trampas (16)—condenados antes de tiempo, si no fuera
por la Expiación: "¡Oh cuán grande es la bondad de nuestro
Dios, que prepara un medio para que escapemos [¡porque estamos atrapados!] de las garras de este
terrible monstruo; sí, ese monstruo, muerte e infierno, que llamo la
muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu!" Por medio
de esta expiación, "la temporal, entregará sus muertos"—o sea,
de la tumba—pero más importante aún, "la muerte espiritual,
entregará sus muertos". Esa es la muerte que verdaderamente es infierno—"y
esta muerte espiritual es el infierno". Así que ahora tenemos los dos,
cuerpo y espíritu, unidos—otra uni-ficación,
"restaurados los unos a los otros". (2 Nefi 9:10-12)
Y decimos, ¿cómo se hace
todo esto? No se hace ni por silogismo, ni por argumento o nisiquiera por
ceremonia; "es por el poder de la resurrección del Santo de Israel".
(2 Nefi 9:12) Sigue pues, otro estallido de Jacob: "¡Oh cuán
grande es el plan de nuestro Dios!"
(2 Nefi 9:13, cursiva agregada).
Saber que todo está marchando
según al plan es un enorme
alivio. ¡Pero la palabra plan no
se halla para nada en la Biblia en inglés! ¿Por qué
no? Sin duda forma parte de las cosas preciosas que se han quitado. ¿Y
qué se ha dejado en su lugar? La idea embrollada de la predestinación—el
praedestinatio ad damnationem y el praedestinatio ad
salvationem de San Agustín, la idea de que todo lo que sucede
es la voluntad de Dios, y no hay nada que podamos hacer al respecto, porque
el pecado original hace de la humanidad una massa perditionis, incapaz
de hacer el bien.
Por más de 1500 años
los cristianos han tratado de mitigar o de anular la amarga doctrina de la
predestinación, pero no han tenido éxito por no tener nada
que poner en su lugar. En particular Agustín y sus sucesores hallaron
dolorosa la doctrina de la condenación de los infantes—no hay expiación
para los bebés no bautizados manchados de pecado original. Pero, ¿qué
podían hacer? La alternativa de la predestinación es la existencia
premortal, un principio firmemente establecido en la iglesia primitiva (17); pero Aristóteles había declarado que eso era una idea falsa al eliminar la
posibilidad de la existencia de cualquier otro mundo además de este
o de seres inteligentes además de nosotros.
No obstante hoy día los predicadores
usan la palabra plan con gran libertad—y
no debe asombrarnos, porque ¿qué ofrece mayor consuelo que la
certeza de que lo que estamos viviendo forma parte de todo lo que fue planeado,
como debe ser? ¡¿Cómo?! ¿Esta mísera rutina?
¿El camino planeado? Aún así los primeros escritores
cristianos reconocían que una parte esencial de la vida es que todas
las cosas tengan su opuesto—acción y reacción son iguales y
opuestos; y eso es bueno, porque si no pudiéramos estar mal, no podríamos
realmente estar bien; y si nunca nos pasara algo malo, nunca podríamos
saber lo bendecidos que somos. (18)
Continuará.
Notas
1. En relación
al "chivo expiatorio" o “Azazel,” ver Yoma 67b; cf. “Noah,” 10–11 en Louis
Ginzberg, The Legends of the Jews, 7 vols. (Philadelphia: Jewish
Publication Society of America, 1983), 5:170–71; Encyclopaedia Judaica,
3:1001–2.
2. Lean una
discusión entretenida en Mary Renault, The King Must Die (New
York Pantheon, 1958).
3. El largo
catálogo de crímenes en el famoso capítulo 125 del Libro
de los Muertos se llama con toda justicia "la Confesión Negativa"
porque el hablante siempre niega en forma categórica y automática
toda maldad. ¡No hay salmos de penitencia según él!
4. Siegfried Schott,
“Die Reinigung Pharaohs” en Nachrichten der Akademie der Wissenschaften
in Gottingen Philologisch-historische Klasse 3 (Jan. 1957):67.
5. En Journal
of Discourses, 15:326–27.
6. Richard Reitzenstein,
Studien zum antiken Synkretismus aus Iran und Griechenland (Darmstadt:
Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1965), p. 23.
7. Platón,
La República, X.
8. Richard Reitzenstein,
Die hellenistischen Mysterienreligionen (Stuttgart: Teubner, 1966),
p. 28.
9. Reitzenstein, Studien
zum antiken Synkretismus, p. 112.
10. Ibid., p. 65.
11. Ver Eduard Meyer,
Ursprung und Geshichte der Mormonen (Halle: Max Niemeyer,
1912), pp. 1–2, 277–300.
12. Irenaeus, “Against
Heresies,” Ante-Nicene Fathers, ed. Alexander Roberts and James
Donaldson, 10 vols. (Grand Rapids, Mich: Eerdman’s, 1950), 1:324.
13. Hugh W. Nibley,
“The Expanding Gospel,” BYU Studies, 7 (1965): 3–27.
14. E. A. Wallis Budge,
tr., “Discourse on Abbaton by Timothy, Archbishop of Alexandria,” en Coptic
Martyrdoms, 6 vols. (London: British Museum, 1914), 4:225–49 (English
translation on pp. 474–96).
15. Ibid., pp. 480–84.
16. Homer, Iliad,
I, line 3: pollas d’iphthimous psychas Aidi proiapsen. See Homer,
Iliad, with an English translation by A. T. Murray (Cambridge, Mass.:
Harvard University Press, 1971), pp. 2–3.
17. Nibley, “The Expanding
Gospel,” pp. 11–12, 18–26.
18. Hugh W. Nibley,
The World and the Prophets (Salt Lake City: Deseret Book Co.,
1987), pp. 183–85.