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Material Complementario

14 - Seréis Mi Especial Tesoro


Tablas Para Vivir
Por: Rabbi Noson Weisz
Traducido por Daniel Plata



La Torá contiene 613 mandamientos. Pero, en el Monte Sinaí -- la única vez en la historia cuando todo el pueblo judío tuvo una reunión cara a cara con Dios -- Dios escogió enfatizar diez.

Los primeros dos de los Diez Mandamientos los escuchamos directamente de la boca de Dios sin la intervención de Moisés, mientras que los otros ocho los oímos a través de Moisés.
 
Según la opinión de muchos comentadores, el primero no es realmente un mandamiento, sino entra en la clase de declaración introductoria a todos los mandamientos. Pero hay un denominador común especial que unifica estos diez y los separa de todos los demás; son los únicos mandamientos que aparecen en las "Tablas de la Ley".
 
Moisés explicó el significado de estar inscriptos en las tablas de esta manera:

13Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos,
y los escribió en dos tablas de piedra. (Reina Valera 1960)

"Él (Dios) os anunció Su convenio el cual Él os mandó observar, las diez declaraciones,
y los inscribió en dos tablas de piedras." (Traducción del Rabbi)


(Deut. 4:13)


Estas diez declaraciones tienen un aspecto dual. Más allá de ser mandamientos en su propio derecho como el resto de los 613, constituyen un convenio especial entre Dios e Israel. Nos referimos a ellos en la Haggadah de Pesach como las "Dos Tablas del Convenio". Nuestra propuesta de análisis en este escrito es este aspecto de convenio.

EL CONVENIO

Un convenio no es una conexión mística extraña, sino simplemente un término creativo para decir contrato. Todo contrato es un acuerdo negociado entre dos partes. Hablando en términos generales, cuando se llega a un acuerdo de este tipo, se registra y cada una de las partes recibe una copia notarial para poder tener un registro de sus derechos y obligaciones contractuales. Al describir a los Diez Mandamientos como convenio, la Torá nos informa que las tablas representan una copia del acuerdo contractual entre Dios y nosotros mismos. Las tablas que recibimos en Sínaí constituyen la copia notarial de Israel.

Pero esto parece ser una idea perturbadora. ¿En qué sentido los mandamientos, que son básicamente órdenes emitidas por Dios, pueden ser descriptos como acuerdos de negociación?

Para entender mejor el aspecto contractual de estos mandamientos, examinemos el proceso de negociaciones que llevó a su culminación.

LA OFERTA

Cuando Moisés ascendió al monte por primera vez después de que el pueblo judío acampara a los pies del mismo, Dios lo envió de regreso a los judíos con el siguiente mensaje:

4Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.
5Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.

6Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.

Reina Valera Revisada (1960).

4Vosotros visteis lo que hice a Egipto, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí.
5Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi convenio, vosotros seréis Mmás amado  tesoro sobre todos los pueblos; porque Mío es todo el mundo.
6
Y vosotros me seréis un reino de ministros, y nación santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.

(Traducción del Rabbi)
(Exodus 19:4-6).


Este discurso contiene la oferta de Dios.

Nachmanides explica qué es lo que se está ofreciendo: El mundo entero pertenece a Dios, pero Él puso a las otras naciones bajo el régimen de los ángeles. Un tesoro amado es algo que uno nunca deja que se escape de la propia tutela cuidadosa. Dios ofreció al pueblo judío Su atención personal. Él atendería los asuntos del pueblo judío en persona, en vez de delegarlos a la jurisdicción de los ángeles como hace con las otras naciones.

Pero esta oferta de jurisdicción personal Divina en realidad contiene dos partes. Más allá de la promesa de cuidado en este mundo, también ofrece una entrada al mundo venidero. Porque un objeto atesorado nunca pierde su valor y permanece para siempre precioso. Una persona preciosa para Dios, que es eterno, se quedará con Dios por la eternidad. Si Israel acepta el ofrecimiento de Dios y se convierte en Su objeto atesorado, eso extiende automáticamente el trato a los reinos del para siempre jamás.

Estas dos ideas están incluidas en las dos frases "un reino de sacerdotes", refiriéndose a este mundo, y una "nación santa" que se refiere al mundo venidero. Nótese que la palabra "santa" en hebreo siempre implica una separación de la realidad física. Por eso una "nación santa" es una nación en un sentido no físico, una nación de otro mundo.


LA ACEPTACIÓN

Moisés vino y mandó llamar a los ancianos del pueblo, y puso ante ellos todas estas palabras que Dios le había comunicado. El pueblo entero respondió unánime y dijo "Todo lo que Dios ha dicho, haremos. (Exodo 19:7-8) 

Este versículo describe la aceptación de la oferta de Dios por parte del pueblo judío. 

Moisés presentó la propuesta a los ancianos para que ellos la hiceran circular entre el pueblo, obtuvieran su reacción y deliberaran su respuesta, pero el pueblo se adelantó a este proceso de deliberación declarando en forma entusiástica su inmediata aceptación unánime a una voz.

Obviamente los judíos pensaron que esta era una gran oferta. La aceptaron inmediatamente sin deliberación previa. Pero debe haber algún peso añadido.

En verdad, sí, -- se trata de los mandamientos en sí. 

Para entrar en el convenio deben aceptar los Diez Mandamientos. ¿Pero que tienen de difícil estos mandamientos? Una lectura superficial no muestra nada controversial o difícil de observar. La lógica nos conduce a examinar más de cerca estos mandamientos para hallar la respuesta.

De inmediato parece que están divididos en dos partes. En realidad la tradición judía enseña que hay dos tablas: 1) una corresponde a las obligaciones hacia Dios, y 2) la otra consiste en las obligaciones hacia nuestro prójimo. Pero si las examinamos de cerca vemos que están relacionadas.

Usemos para simplificar los términos la tabla de Dios y la tabla del hombre, y mirémoslas en paralelo.

YO SOY EL SEÑOR / NO MATARÁS

El primer mandamiento de la tabla de Dios es la aceptación de Dios como nuestro soberano. Nos liberó de la esclavitud de Egipto para que pudiéramos ser Sus siervos en vez de los siervos de Faraón. En forma paralela a este mandamiento en la tabla del hombre hallamos el mandato en contra del asesinato. La implicación es clara. El acto de asesinar representa también una violación en el espíritu del primer mandamiento de la tabla de Dios.

6El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios hizo Él al hombre. (Gen 9:6) (Traducción del rabbi)

La prohibición de asesinar se basa en el hecho que el hombre es la imagen de Dios. Cuando alguien toma una vida humana está destruyendo la imagen de Dios. 

2Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, 23no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado ... (Deut 21:22-23)

El Talmud (Sanhedrin 46b) dice que matar a un ser humano es similar a matar al gemelo de Dios. No se puede imaginar mayor violación al espíritu del primer mandamiento sobre la tabla de Dios. 


NO TENDRÁS OTROS DIOSES / NO COMETERÁS ADULTERIO

El segundo mandamiento sobre la tabla de Dios es el mandato contra la idolatría. En la tabla del hombre hallamos el mandato contra el adulterio en segundo lugar.

El mandato contra los ídolos es una prohibición contra la obtención de la abundancia de Dios en contra de Su voluntad, recibiéndola por segunda mano. El idólatra quiere obtener una porción de la abundancia Divina yendo en contra de las reglas de Dios. Como parte de la dádiva de albedrío dada al hombre, Dios permite esta conducta.

La institución del matrimonio, cuya santidad es violada por el pecado del adulterio, es la abundancia de Dios contra la soledad. El símbolo humano del amor que extingue esta soledad es la mujer. Dios explicó la creación de la mujer así:

"No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda que sea adecuada para él" (Gen 2:18).

Dios hizo esto dividiendo al ser humano en dos, curando de esta forma la angustia existencial de la soledad. El hombre y la mujer comparten esta abundancia en forma igual, pero ella es el símbolo de la cura Divina. En el plan de Dios todo matrimonio está diseñado con la idea de que los compañeros sirvan cada uno como complemento del otro. 


El adulterio es tomar esta abundancia Divina contra las normas y la voluntad de Dios. Esta cura para la angustia humana fue diseñada para un recipiente distinto. De esta forma el adulterio está en paralelo con la idolatría.


NO JURARÁS CON FALSEDAD / NO ROBARÁS

El tercer mandamiento en la tabla de Dios es la prohibición de hacer falsos juramentos, que se compara con la prohibición de robar en la tabla del hombre.

Dios es la fuente de toda realidad. Sustituir la realidad que Dios ha establecido por una realidad falsa es una perversión de la obra de Dios. El falso juramento es una afirmación que Dios está asociado con una realidad que Él no se propuso. Así como Dios es la fuente de toda realidad, también es la fuente de toda bondad o abundancia. Algo pensado para Ruben no puede ayudar para sostener a Simón. Si Dios lo pensó para Ruben, la apropiación por parte de Simón es también una perversión de la verdadera realidad.

Si no fuera por el hecho de que la conexión de Dios con la realidad se halla escondida por naturaleza para permitir al hombre la libre elección, nadie podría efectivamente extender la mano para tomar algo que le pertenece a alguien más. La mano se le secaría al momento de extenderla, y el objeto robado desaparecería ni bien llegara a la mano equivocada.


OBSERVARÁS EL SHABBAT / NO DARÁS FALSO TESTIMONIO

El cuarto mandamiento en la tabla de Dios es la observancia del Shabbat. En la tabla del hombre se corresponde con la prohibición de dar falso tesimonio.

La observancia del Shabbat es un testimonio de la creación de Dios. Si Dios es el creador, también es la fuente de todo el poder creador del mundo. Todo lo que el hombre crea y llega a realizar es en realidad una canalización del poder creador de Dios. Si el mundo no estuviera diseñado para ocultar la presencia de Dios para permitir el albedrío, las leyes del Shabbat serían una representación exacta de la creación tal como aparece. Solamente Dios crea, el hombre simplemente goza de la abundancia del poder creador de Dios.

La falta de observancia del Shabbat es un acto de falso testimonio. Este falso testimonio proclama que existe un mundo no creado, sin propósito, sin destino final.

Dar falso testimonio contra otro ser humano coloca al prójimo en un mundo que no fue creado por la canalización del poder creativo de Dios. El falso testigo creó este universo alternativo en su testimonio. Así el no observar el Shabbat y el dar falso testimonio son paralelos exactos.


HONRA A TUS PADRES / NO CODICIARÁS

El último mandamiento en la tabla de Dios es el mandamiento de respetar a los padre de uno. En forma paralela sobre la tabla del hombre esta la prohibición de codiciar la mujer de tu prójimo o cualquier cosa que pertenezca a tu prójimo. 

En vez de empezar con la tabla de Dios y pasar a la del hombre, tomemos el camino opuesto en este punto.

Ibn Ezra hace una pregunta provocativa sobre la prohibición de codiciar: ¿Cómo es posible mandarle a una persona que no desee algo que es inherentemente deseable?

Podemos comprender fácilmente la prohibición de actualizar deseos ilícitos en la vida real, pero estas prohibiciones relativas a la actualización ya están dichas en las primeras cuatro prohibiciones de la tabla del hombre. ¿Cómo podemos relacionarnos con una prohibición del deseo mismo?

Responde con una metáfora. Por las reglas de la naturaleza humana, el campesino codicia a la esposa de otro compesino y no a la hija del rey. Cuando ve pasar a la princesa en su carruaje, incluso si la hallase bella, no la codicia. Se halla fuera de su alcance. Cualquier pensamiento que pueda tener sobre ella se encuadra en la naturaleza de puras fantasías mas bien que de deseos actualizables.

Si una persona se halla apropiadamente orientada en el mundo, todo lo que pertenece a alguien más se encuentra en la misma relación para él que la princesa inalcanzable para el campesino. Dios da a cada cual las cosas necesarias para conducir con éxisto su vida. No es la circunstancia la que determina lo que cada persona posee; mas bien esto está determinado por decisiones Divinas, basadas en consideraciones racionales de lo que es beneficioso.

Si las cosas que yo deseo están dentro de mi alcance permitido, entonces tengo todo el derecho de suponer que Dios las colocó allí deliberadamente, porque puedo usarlas realmente para lograr las metas que Él ha establecido para mi. Si no están dentro de mi alcance permitido, debería concluir que no son buenas para que yo las tenga y mi único enlace con ellas se halla en el inofensivo mundo de mi imaginación.

El codiciar cosas que pertenecen a alguien más es la señal de peligro más clara que la vida está fuera de foco. En el mundo según los Diez Mandamientos, cada persona es única ante los ojos de Dios, cada persona es un participante (o socio) en el convenio. Cada participante vive en su propio mundo rodeado por las cosas que específicamente necesita para ser probado en su lealtad a la relación de convenio y para servirle como ayuda para crecer en su potencial como socio de Dios. 

El mundo no es una jungla donde todos compiten por el mismo premio, que pertenece justamente según la ley de la jungla al más rápido y más apto. En un mundo así cualquier cosa que otro posea es una clara posibilidad para mi también, especialmente si me considero ser más apto. En el mundo de la jungla está permitido codiciar cualquier cosa sin importar quien la tenga. Mientras vayas quitándoselas a su propio dueño en formas que no sean contrarias a la ley de la sociedad, no estás haciendo nada malo. La persona que codicia está viviendo en el mundo equivocado.

Si nos trasladamos a la tabla de Dios ahora, hallaremos la misma idea expresada en el mandamiento de honrar a nuestros padres.  Este mandamiento no tiene nada que ver con el respeto y agradecimiento convencionales. Para la vasta mayoría de nosotros que hemos tenido la buena fortuna de ser criados con amor en hogares normales, los sentimientos de gratitud hacia nuestros padres forman parte inseparable de nuestra orientación en el mundo. No hay necesidad de reforzar la naturaleza humana con mandamientos. La honra mencionada aquí es otro tema distinto.

La honra u honor se asigna en base a lo que uno considera importante en la vida, no en base a la gratitud. Cada persona siente el impulso del mundo nuevo y temerario de afuera. El atractivo de las ideas nuevas, los distintos estilos de vida, es una fuerza muy poderosa el interior de todos nosotros. Tenemos la tendencia de ser condescendientes con el mundo de nuestros padres como si fuera algo viejo o pasado de moda. Sentimos la urgencia de abrir las alas y volar por nuevos rumbos.

Pero el mundo en el que Dios nos colocó es el mundo de nuestros padres. Tres socios unen fuerzas en la creación de una persona: Dios, nuestro padre y nuestra madre (Talmud, Nidah 31a). Dios no escoge nuestros padres al azar. Si Él seleccionó estos socios en particular, quiere que el niño esté sujeto al mundo de ellos. Los valores legados por nuestros padres crean el fondo apropiado para nuestra vida, seleccionados por Dios Mismo. Se debe honrar a los padres, no simplemente amarlos.

Codiciar lo que pertenece a otro y no honrar a los propios padres tienen la misma fuente común, la creencia que uno está en el mundo equivocado. 


EN CONCLUSIÓN

El tema predominante en las tablas es que es imposible separar las interacciones propias con las otras personas de las interacciones propias con Dios. En el mundo del convenio, donde Israel se transforma en una nación de sacerdotes y en una nación santa, la santidad de Dios se derrama hasta abarcar todos los aspectos de la vida. No hay forma de escaparse de Él. 

El convenio no se trata sobre obedecer las órdenes de Dios, y de la adopción de ciertas costumbres y prácticas. El convenio se trata sobre la voluntad de habitar un mundo común, compartido con Dios donde cada aspecto y relación en la vida está teñido por el hecho de tomar parte en Su presencia que todo lo abarca. Para alguien que desea vivir en su propio espacio, el convenio es una carga intolerable.

En realidad parece que la oferta de Dios de hacernos una nación de sacerdotes y un pueblo santo, es una espada de dos filos. Debemos también tener el deseo de llegar a ser una nación de sacerdotes y un pueblo santo. Esto implica vivir en un mundo donde es imposible dibujar líneas entre las áreas designadas como sagradas y las que pueden considerarse seculares y ordinarias.

Llegamos a ser esos sacerdotes santos sólo permitiendo que las dos tablas de la ley converjan en un una sola estructura de convenio. Las obligaciones fijadas a la oferta de Dios son las cadenas que unen lo secular y lo sagrado en una sola vida coherente.


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