La
Torá contiene 613 mandamientos. Pero, en el Monte Sinaí --
la única vez en la historia cuando todo el pueblo judío
tuvo una reunión cara a cara con Dios -- Dios escogió enfatizar
diez.
Los
primeros dos de los Diez Mandamientos los escuchamos directamente de la
boca de Dios sin la intervención de Moisés, mientras que
los otros ocho los oímos a través de Moisés.
Según
la opinión de muchos comentadores, el primero no es realmente un
mandamiento, sino entra en la clase de declaración introductoria
a todos los mandamientos. Pero hay un denominador común especial
que unifica estos diez y los separa de todos los demás; son los
únicos mandamientos que aparecen en las "Tablas de la Ley".
Moisés explicó
el significado de estar inscriptos en las tablas de esta manera:
13Y él os
anunció su pacto, el cual os mandó poner
por obra; los diez mandamientos,
y los escribió en dos tablas de piedra. (Reina Valera 1960)
"Él (Dios) os anunció Su convenio
el cual Él os mandó observar, las diez declaraciones,
y los inscribió en dos tablas de piedras." (Traducción
del Rabbi)
(Deut. 4:13)
Estas diez declaraciones tienen un aspecto dual.
Más allá de ser mandamientos en su propio derecho como el
resto de los 613, constituyen un convenio especial entre Dios e Israel.
Nos referimos a ellos en la Haggadah de Pesach como las "Dos Tablas del
Convenio". Nuestra propuesta de análisis en este escrito es este
aspecto de convenio.
EL CONVENIO
Un convenio no es una conexión mística
extraña, sino simplemente un término creativo para decir
contrato. Todo contrato es un acuerdo negociado entre dos partes. Hablando
en términos generales, cuando se llega a un acuerdo de este tipo,
se registra y cada una de las partes recibe una copia notarial para poder
tener un registro de sus derechos y obligaciones contractuales. Al describir
a los Diez Mandamientos como convenio, la Torá nos informa que
las tablas representan una copia del acuerdo contractual entre Dios y
nosotros mismos. Las tablas que recibimos en Sínaí constituyen
la copia notarial de Israel.
Pero esto parece ser una
idea perturbadora. ¿En qué sentido los mandamientos, que
son básicamente órdenes emitidas por Dios, pueden ser descriptos
como acuerdos de negociación?
Para entender mejor el aspecto
contractual de estos mandamientos, examinemos el proceso de negociaciones
que llevó a su culminación.
LA OFERTA
Cuando Moisés ascendió
al monte por primera vez después de que el pueblo judío acampara
a los pies del mismo, Dios lo envió de regreso a los judíos
con el siguiente mensaje:
4Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y
cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído
a mí.
5Ahora, pues, si diereis oído a mi voz,
y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre
todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.
6Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes,
y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de
Israel.
Reina Valera Revisada (1960).
4Vosotros visteis lo que hice
a Egipto, y
cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído
a Mí.
5Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis
mi convenio,
vosotros seréis Mi más amado
tesoro sobre todos los pueblos; porque Mío es todo el mundo.
6Y vosotros me seréis un reino de ministros, y nación santa.
Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
(Traducción del Rabbi)
(Exodus 19:4-6).
Este discurso contiene la oferta de Dios.
Nachmanides explica qué es lo que se está
ofreciendo: El mundo entero pertenece a Dios, pero Él puso a las
otras naciones bajo el régimen de los ángeles. Un tesoro amado
es algo que uno nunca deja que se escape de la propia tutela cuidadosa.
Dios ofreció al pueblo judío Su atención personal.
Él atendería los asuntos del pueblo judío en persona,
en vez de delegarlos a la jurisdicción de los ángeles como
hace con las otras naciones.
Pero esta oferta de jurisdicción personal
Divina en realidad contiene dos partes. Más allá de la promesa
de cuidado en este mundo, también ofrece una entrada al mundo venidero.
Porque un objeto atesorado nunca pierde su valor y permanece para siempre
precioso. Una persona preciosa para Dios, que es eterno, se quedará
con Dios por la eternidad. Si Israel acepta el ofrecimiento de Dios y
se convierte en Su objeto atesorado, eso extiende automáticamente
el trato a los reinos del para siempre jamás.
Estas dos ideas están incluidas en las
dos frases "un reino de sacerdotes", refiriéndose a este mundo,
y una "nación santa" que se refiere al mundo venidero. Nótese
que la palabra "santa" en hebreo siempre implica una separación
de la realidad física. Por eso una "nación santa" es una
nación en un sentido no físico, una nación de otro
mundo.
LA ACEPTACIÓN
Moisés
vino y mandó llamar a los ancianos del pueblo, y puso ante ellos
todas estas palabras que Dios le había comunicado. El pueblo entero
respondió unánime y dijo "Todo lo que Dios
ha dicho, haremos. (Exodo 19:7-8)
Este versículo describe la aceptación
de la oferta de Dios por parte del pueblo judío.
Moisés presentó la propuesta a los
ancianos para que ellos la hiceran circular entre el pueblo, obtuvieran
su reacción y deliberaran su respuesta, pero el pueblo se adelantó
a este proceso de deliberación declarando en forma entusiástica
su inmediata aceptación unánime a una voz.
Obviamente
los judíos pensaron que esta era una gran oferta. La aceptaron
inmediatamente sin deliberación previa. Pero debe haber algún
peso añadido.
En verdad,
sí, -- se trata de los mandamientos en sí.
Para
entrar en el convenio deben aceptar los Diez Mandamientos. ¿Pero
que tienen de difícil estos mandamientos? Una lectura superficial
no muestra nada controversial o difícil de observar. La lógica
nos conduce a examinar más de cerca estos mandamientos para hallar
la respuesta.
De inmediato parece que están divididos
en dos partes. En realidad la tradición judía enseña
que hay dos tablas: 1) una corresponde a las obligaciones hacia Dios,
y 2) la otra consiste en las obligaciones hacia nuestro prójimo.
Pero si las examinamos de cerca vemos que están relacionadas.
Usemos para simplificar los
términos la tabla de Dios y la tabla del hombre, y mirémoslas
en paralelo.
YO SOY EL SEÑOR
/ NO MATARÁS
El primer
mandamiento de la tabla de Dios es la aceptación de Dios como nuestro
soberano. Nos liberó de la esclavitud de Egipto para que pudiéramos
ser Sus siervos en vez de los siervos de Faraón. En forma paralela
a este mandamiento en la tabla del hombre hallamos el mandato en contra
del asesinato. La implicación es clara. El acto de asesinar representa
también una violación en el espíritu del primer mandamiento
de la tabla de Dios.
6El que derramare sangre de hombre, por el hombre
su sangre será derramada; porque a imagen de Dios hizo Él al hombre. (Gen 9:6) (Traducción del rabbi)
La
prohibición de asesinar se basa en el hecho que el hombre es la imagen
de Dios. Cuando alguien toma una vida humana está destruyendo la
imagen de Dios.
2Si alguno hubiere
cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y
lo colgareis en un madero, 23no dejaréis que su cuerpo
pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día,
porque maldito por Dios es el colgado
... (Deut 21:22-23)
El Talmud
(Sanhedrin 46b) dice que matar a un ser humano es similar a matar al gemelo
de Dios. No se puede imaginar mayor violación al espíritu
del primer mandamiento sobre la tabla de Dios.
NO TENDRÁS
OTROS DIOSES / NO COMETERÁS ADULTERIO
El
segundo mandamiento sobre la tabla de Dios es el mandato contra la idolatría.
En la tabla del hombre hallamos el mandato contra el adulterio en segundo
lugar.
El mandato
contra los ídolos es una prohibición contra la obtención
de la abundancia de Dios en contra de Su voluntad, recibiéndola
por segunda mano. El idólatra quiere obtener una porción de
la abundancia Divina yendo en contra de las reglas de Dios. Como parte
de la dádiva de albedrío dada al hombre, Dios permite esta
conducta.
La institución del matrimonio, cuya santidad
es violada por el pecado del adulterio, es la abundancia de Dios contra
la soledad. El símbolo humano del amor que extingue esta soledad
es la mujer. Dios explicó la creación de la mujer así:
"No es bueno que el hombre esté solo;
le haré una ayuda que sea adecuada para él" (Gen 2:18).
Dios
hizo esto dividiendo al ser humano en dos, curando de esta forma la angustia
existencial de la soledad. El hombre y la mujer comparten esta abundancia
en forma igual, pero ella es el símbolo de la cura Divina. En el
plan de Dios todo matrimonio está diseñado con la idea de
que los compañeros sirvan cada uno como complemento del otro.
El adulterio es tomar esta abundancia Divina contra
las normas y la voluntad de Dios. Esta cura para la angustia humana fue
diseñada para un recipiente distinto. De esta forma el adulterio
está en paralelo con la idolatría.
NO JURARÁS CON FALSEDAD / NO ROBARÁS
El tercer mandamiento en la tabla de
Dios es la prohibición de hacer falsos juramentos, que se compara
con la prohibición de robar en la tabla del hombre.
Dios es la fuente de toda realidad. Sustituir
la realidad que Dios ha establecido por una realidad falsa es una perversión
de la obra de Dios. El falso juramento es una afirmación que Dios
está asociado con una realidad que Él no se propuso. Así
como Dios es la fuente de toda realidad, también es la fuente de
toda bondad o abundancia. Algo pensado para Ruben no puede ayudar para
sostener a Simón. Si Dios lo pensó para Ruben, la apropiación
por parte de Simón es también una perversión de la
verdadera realidad.
Si no fuera por el hecho de que la conexión
de Dios con la realidad se halla escondida por naturaleza para permitir
al hombre la libre elección, nadie podría efectivamente
extender la mano para tomar algo que le pertenece a alguien más.
La mano se le secaría al momento de extenderla, y el objeto robado
desaparecería ni bien llegara a la mano equivocada.
OBSERVARÁS EL SHABBAT / NO DARÁS
FALSO TESTIMONIO
El cuarto mandamiento en la tabla
de Dios es la observancia del Shabbat. En la tabla del hombre se corresponde
con la prohibición de dar falso tesimonio.
La
observancia del Shabbat es un testimonio de la creación de Dios.
Si Dios es el creador, también es la fuente de todo el poder creador
del mundo. Todo lo que el hombre crea y llega a realizar es en realidad
una canalización del poder creador de Dios. Si el mundo no estuviera
diseñado para ocultar la presencia de Dios para permitir el albedrío,
las leyes del Shabbat serían una representación exacta de
la creación tal como aparece. Solamente Dios crea, el hombre simplemente
goza de la abundancia del poder creador de Dios.
La falta de observancia del Shabbat es un acto de falso testimonio. Este
falso testimonio proclama que existe un mundo no creado, sin propósito,
sin destino final.
Dar falso testimonio contra
otro ser humano coloca al prójimo en un mundo que no fue creado
por la canalización del poder creativo de Dios. El falso testigo
creó este universo alternativo en su testimonio. Así el
no observar el Shabbat y el dar falso testimonio son paralelos exactos.
HONRA A TUS PADRES / NO CODICIARÁS
El
último mandamiento en la tabla de Dios es el mandamiento de respetar
a los padre de uno. En forma paralela sobre la tabla del hombre esta la
prohibición de codiciar la mujer de tu prójimo o cualquier
cosa que pertenezca a tu prójimo.
En vez de empezar con
la tabla de Dios y pasar a la del hombre, tomemos el camino opuesto en
este punto.
Ibn Ezra hace una pregunta provocativa sobre
la prohibición de codiciar: ¿Cómo es posible mandarle
a una persona que no desee algo que es inherentemente deseable?
Podemos comprender
fácilmente la prohibición de actualizar deseos ilícitos
en la vida real, pero estas prohibiciones relativas a la actualización
ya están dichas en las primeras cuatro prohibiciones de la tabla
del hombre. ¿Cómo podemos relacionarnos con una prohibición
del deseo mismo?
Responde con una metáfora. Por las reglas
de la naturaleza humana, el campesino codicia a la esposa de otro
compesino y no a la hija del rey. Cuando ve pasar a la princesa en su
carruaje, incluso si la hallase bella, no la codicia. Se halla fuera de
su alcance. Cualquier pensamiento que pueda tener sobre ella se encuadra
en la naturaleza de puras fantasías mas bien que de deseos actualizables.
Si una persona se halla apropiadamente orientada
en el mundo, todo lo que pertenece a alguien más se encuentra en la
misma relación para él que la princesa inalcanzable para
el campesino. Dios da a cada cual las cosas necesarias para conducir
con éxisto su vida. No es la circunstancia la que determina lo
que cada persona posee; mas bien esto está determinado por decisiones
Divinas, basadas en consideraciones racionales de lo que es beneficioso.
Si las cosas que yo deseo están dentro
de mi alcance permitido, entonces tengo todo el derecho de suponer que
Dios las colocó allí deliberadamente, porque puedo usarlas
realmente para lograr las metas que Él ha establecido para mi. Si
no están dentro de mi alcance permitido, debería concluir
que no son buenas para que yo las tenga y mi único enlace con ellas
se halla en el inofensivo mundo de mi imaginación.
El codiciar cosas que pertenecen a alguien
más es la señal de peligro más clara que la vida está
fuera de foco. En el mundo según los Diez Mandamientos, cada persona
es única ante los ojos de Dios, cada persona es un participante
(o socio) en el convenio. Cada participante vive en su propio mundo rodeado
por las cosas que específicamente necesita para ser probado en
su lealtad a la relación de convenio y para servirle como ayuda
para crecer en su potencial como socio de Dios.
El mundo no es una jungla donde todos compiten
por el mismo premio, que pertenece justamente según la ley de la
jungla al más rápido y más apto. En un mundo así
cualquier cosa que otro posea es una clara posibilidad para mi también,
especialmente si me considero ser más apto. En el mundo de la jungla
está permitido codiciar cualquier cosa sin importar quien la tenga.
Mientras vayas quitándoselas a su propio dueño en formas
que no sean contrarias a la ley de la sociedad, no estás haciendo
nada malo. La persona que codicia está viviendo en el mundo equivocado.
Si nos trasladamos a la tabla de Dios ahora,
hallaremos la misma idea expresada en el mandamiento de honrar a nuestros
padres. Este mandamiento no tiene nada que ver con el respeto y agradecimiento
convencionales. Para la vasta mayoría de nosotros que hemos tenido
la buena fortuna de ser criados con amor en hogares normales, los
sentimientos de gratitud hacia nuestros padres forman parte inseparable
de nuestra orientación en el mundo. No hay necesidad de reforzar
la naturaleza humana con mandamientos. La honra mencionada aquí es
otro tema distinto.
La honra u honor se asigna en base a lo que
uno considera importante en la vida, no en base a la gratitud. Cada
persona siente el impulso del mundo nuevo y temerario de afuera. El atractivo
de las ideas nuevas, los distintos estilos de vida, es una fuerza muy
poderosa el interior de todos nosotros. Tenemos la tendencia de ser
condescendientes con el mundo de nuestros padres como si fuera algo viejo
o pasado de moda. Sentimos la urgencia de abrir las alas y volar por nuevos
rumbos.
Pero el mundo en el que Dios nos colocó
es el mundo de nuestros padres. Tres socios unen fuerzas en la creación
de una persona: Dios, nuestro padre y nuestra madre (Talmud, Nidah 31a).
Dios no escoge nuestros padres al azar. Si Él seleccionó
estos socios en particular, quiere que el niño esté sujeto
al mundo de ellos. Los valores legados por nuestros padres crean el
fondo apropiado para nuestra vida, seleccionados por Dios Mismo. Se debe
honrar a los padres, no simplemente amarlos.
Codiciar lo que pertenece a otro y no honrar a
los propios padres tienen la misma fuente común, la creencia que
uno está en el mundo equivocado.
EN CONCLUSIÓN
El tema
predominante en las tablas es que es imposible separar las interacciones
propias con las otras personas de las interacciones propias con Dios.
En el mundo del convenio, donde Israel se transforma en una nación
de sacerdotes y en una nación santa, la santidad de Dios se derrama
hasta abarcar todos los aspectos de la vida. No hay forma de escaparse
de Él.
El convenio no se trata
sobre obedecer las órdenes de Dios, y de la adopción de
ciertas costumbres y prácticas. El convenio se trata sobre la voluntad
de habitar un mundo común, compartido con Dios donde cada aspecto
y relación en la vida está teñido por el hecho de
tomar parte en Su presencia que todo lo abarca. Para alguien que desea
vivir en su propio espacio, el convenio es una carga intolerable.
En realidad parece que la oferta de Dios de
hacernos una nación de sacerdotes y un pueblo santo, es una espada
de dos filos. Debemos también tener el deseo de llegar a ser una nación
de sacerdotes y un pueblo santo. Esto implica vivir en un mundo donde
es imposible dibujar líneas entre las áreas designadas como
sagradas y las que pueden considerarse seculares y ordinarias.
Llegamos a ser esos sacerdotes santos sólo
permitiendo que las dos tablas de la ley converjan en un una sola estructura
de convenio. Las obligaciones fijadas a la oferta de Dios son las
cadenas que unen lo secular y lo sagrado en una sola vida coherente.
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